DE LA POLIS A LA POST-DEMOCRACIA
La polis de la Antigua Grecia, especialmente en su forma ateniense, es ampliamente reconocida como una de las primeras expresiones de Gobierno democrático en la historia. Aunque las estructuras políticas modernas, como la democracia argentina, se han desarrollado de manera independiente y bajo contextos históricos y sociales muy distintos. La polis, en su concepción griega, no era solo una entidad política, sino también una comunidad social y cultural. En ciudades como Atenas, el gobierno era una democracia directa, en la que los ciudadanos varones libres participaban directamente en la toma de decisiones políticas.
La Asamblea (Ekklesia) era el centro de esta participación, donde cada ciudadano tenía el derecho y la responsabilidad de asistir, debatir, y votar sobre asuntos clave, desde leyes hasta decisiones militares. La idea de la polis como un espacio donde los ciudadanos se comprometían activamente con el bienestar colectivo refleja un ideal de compromiso cívico que ha influido profundamente en la noción de democracia en Occidente.
En contraste, la democracia moderna en Argentina es una democracia representativa, en la que los ciudadanos eligen a sus representantes (senadores, diputados, presidente) para que tomen decisiones en su nombre. Este sistema, en teoría, permite una mayor inclusividad, ya que el derecho al voto y la participación política se extiende a todos los ciudadanos adultos, sin importar género, raza o condición social. La Constitución Nacional Argentina garantiza la igualdad ante la ley y protege los derechos políticos de todos los ciudadanos. Sin embargo, la democracia argentina enfrenta desafíos propios. Aunque el sistema representativo permite que más personas participen en el proceso democrático, existe una distancia entre los ciudadanos y los representantes electos. La corrupción, la falta de transparencia, y la desconexión entre los intereses de los representantes y las necesidades del pueblo son críticas frecuentes. Además, la influencia del poder económico y los medios de comunicación en la política argentina ha llevado a cuestionamientos sobre la verdadera representatividad del sistema.
En este sentido, mientras que la polis ateniense permitía una participación directa pero limitada, la democracia argentina permite una participación amplia pero indirecta, lo que introduce nuevos desafíos en términos de representación y legitimidad.
Un aspecto clave en la comparación entre la polis griega y la democracia argentina es el concepto de ciudadanía. En la Antigua Grecia, la ciudadanía estaba vinculada no solo a los derechos políticos, sino también a las obligaciones hacia la polis. El ciudadano griego debía estar comprometido con el bienestar colectivo, lo que implicaba una participación activa en los asuntos públicos. En Argentina, si bien la ciudadanía también implica derechos y deberes, la participación política tiende a ser más pasiva, con los ciudadanos delegando su poder en representantes.
Para los filósofos griegos, la polis no era simplemente una estructura política, sino una comunidad ética en la que los ciudadanos participaban activamente en la vida pública. Aristóteles, en su obra Política, definió al ser humano como un zoon politikon (animal político), cuya realización plena solo es posible dentro de una comunidad política. La polis era, por lo tanto, el espacio en el que los ciudadanos alcanzaban su eudaimonía (felicidad o florecimiento), a través del ejercicio de la virtud y la participación en la toma de decisiones colectivas.
Platón, en La República, describió su visión de una polis ideal gobernada por los filósofos-reyes, donde la justicia era el principio rector. Para Platón, la justicia en la polis dependía de la armonía entre las diferentes clases sociales y la subordinación de los intereses individuales al bien común. Aunque su visión era más jerárquica que la de Aristóteles, compartía la idea de que la política debía orientarse hacia el bien común y la virtud.
El neoliberalismo, en su forma extrema y libertaria, rompe radicalmente con la concepción griega de la comunidad política. “Max Weber”, en su análisis de la racionalización y la burocratización en la sociedad moderna, advirtió sobre la «jaula de hierro» del capitalismo, donde la lógica del mercado y la eficiencia económica subordina todos los aspectos de la vida humana. En un régimen neoliberal ultraderechista, esta subordinación se radicaliza, promoviendo un individualismo extremo donde el Estado reduce su papel a proteger la propiedad privada y garantizar el libre mercado, dejando de lado la protección del bien común y la cohesión social.
“Byung-Chul Han”, en su obra La Sociedad del Cansancio y otros escritos, critica la fragmentación social y la autoexplotación inherente al neoliberalismo. En una sociedad neoliberal, la idea de la polis como un espacio de interacción y deliberación colectiva se desmorona, reemplazada por una sociedad atomizada donde los individuos son empujados a maximizar su rendimiento personal a expensas de su bienestar colectivo. Han sugiere que el neoliberalismo transforma a los ciudadanos en empresarios de sí mismos, desconectados de la comunidad y
atrapados en un ciclo de autoexplotación y alienación.
En un país gobernado por una ideología neoliberal libertaria de ultra derecha, la democracia, en su sentido tradicional, se ve profundamente erosionada. La política se convierte en un mero mecanismo para mantener y expandir los mercados, y las instituciones democráticas se subordinan a los intereses económicos y corporativos. La noción de ciudadanía, entendida por “Aristóteles y Platón” como un compromiso con la polis y el bien común, se transforma en un concepto puramente contractual, donde los derechos políticos se ven como transacciones económicas y la participación política se reduce a un acto de consumo o, en el mejor de los casos, a la defensa de intereses individuales.
Los ciudadanos ya no son participantes activos en la vida política, sino consumidores pasivos en un mercado político. Esta transformación es lo que “Jürgen Habermas” denominaría como la «colonización del mundo de la vida» por el sistema económico, donde los espacios de deliberación y participación democrática son absorbidos por la lógica del mercado. La democracia se convierte en un espectáculo vacío, donde las decisiones políticas son dictadas por la lógica del capital y la soberanía popular es meramente simbólica.
El resultado de esta dinámica es la erosión del tejido social y la fragmentación de la comunidad política. Sin un compromiso común hacia el bienestar colectivo, la sociedad se divide en ganadores y perdedores, con una creciente desigualdad y una pérdida de cohesión social. “Pierre Bourdieu” analizó cómo el neoliberalismo refuerza las estructuras de poder y reproduce la desigualdad, limitando la movilidad social y exacerbando las divisiones sociales.
En este contexto, el concepto de la polis como una comunidad de ciudadanos comprometidos se desintegra. La solidaridad y la responsabilidad colectiva, valores centrales en la concepción griega de la política, son reemplazados por la competencia y el interés personal. El Estado, en lugar de ser un espacio de justicia y bienestar común, se convierte en un instrumento de control al servicio de los intereses económicos, reforzando las estructuras de poder existentes y marginando a aquellos que no pueden competir en el mercado.
Hacer un poco de historia para conocer y entender de que se habla es necesario para saber que la idea de que los miembros de la Cámara Estelar trabajaban «ad honorem» (sin recibir sueldo) no es precisa. Aunque es cierto que el concepto de servicio público en ese tiempo implicaba un alto sentido de deber y honor, los jueces y otros funcionarios del tribunal sí recibían compensación por su trabajo.
En este contexto, La Cámara Estelar era conocida por tratar casos de alto perfil, especialmente aquellos relacionados con la corrupción, los abusos de poder y otros delitos que afectaban al reino. Con el tiempo, sin embargo, la Cámara ganó mala fama por su tendencia a llevar a cabo procesos sin las garantías procesales adecuadas hoy conocida como “La Honorable Cámara de Diputados, Senadores y Corte Suprema de Justicia parece haber perpetuado es fama de llevar a cabo procesos sin garantía, pero con corrupción sin limites en el País de la Libertad. En
un mundo donde la desigualdad se profundiza y las promesas de libertad encubren formas de dominación, es crucial volver a estos análisis para comprender y desafiar las estructuras que perpetúan la división social y la sumisión. Solo mediante una conciencia crítica y una acción colectiva se puede aspirar a una libertad genuina, una que trascienda la ilusión y la mentira, y promueva una verdadera justicia social.