UN HOMBRE SIN RELIGIÓN

UN HOMBRE SIN RELIGIÓN

Francisco caminó al lado de los olvidados, con manos abiertas y mirada de compasión. No predicó desde tronos, sino desde el dolor compartido. En un mundo que adora el éxito y olvida el alma, su vida fue un susurro de ternura y rebeldía: amar por encima de todo, sanar las heridas invisibles, y recordar que la fe verdadera habita en los gestos pequeños, no en las coronas de poder.